Este
fin de año 2017 ha venido trayendo un torbellino de situaciones que han generado
toda clase de sensaciones en muy pocos días: el país pendiente de la situación de
un presidente a punto de ser vacado; su salvación en las manos de sus
adversarios políticos los que le pasan una altísima factura por el favor de
conservarlo al frente del gobierno. Finalmente se produce la “negociación
del año” y se indulta a un expresidente que tiene anticuerpos enormes
dados los graves delitos que purgaba en prisión. Marchas y contramarchas: los
que creyeron que la hecatombe había pasado poco antes de la Navidad, regresan a
las calles pero ahora a pedir la cabeza del actual gobernante; se precipitan
las renuncias de los que hace menos de una semana eran el equipo de trabajo del
gobierno. Eso no va mas. El presidente activó una bomba (de nuevo) y su descrédito
aumenta más rápido que la inflación galopante del primer régimen de García
Perez. ¿Qué se puede esperar de un
gobierno asi?
Una
clasificación mundialista se alcanza luego de 36 años, un pueblo llora de emoción,
se redescubre unido frente a la adversidad pues no fue fácil conseguir este resultado
luego de estar penúltimos en la tabla de posiciones al inicio de este año. Pero
el capitán más querido de los últimos años (por su espíritu guerrero e
incansable), es sancionado por la FIFA lo que dificulta su aporte a este
seleccionado aun cuando la pena es rebajada. No dejan de presentársenos obstáculos
en el camino, ¿será posible que todo nos cueste tanto?
Se
cierra un año plagado de denuncias, juicios a exmandatarios y escándalos de corrupción
no solo a nivel local sino internacional. Si
la crisis de credibilidad era ya un mal endémico en nuestro país, esta
situación no hace sino agravarla aún más. ¡Que se vayan todos! se escucha
fuerte en las redes sociales. La Navidad de muchos tuvo como escenario una
plaza, caminatas y protestas, y no porque así lo hayan deseado sino porque los
que manejan los hilos del poder dispusieron que asi sea. O sea nos robaron
hasta la Navidad!!!
Pero
llega el estreno cinematográfico del año: el
episodio VIII de Star Wars, los utimos Jedi y algunos nos decimos, bueno, será
motivo para distraernos un rato y entrar en ese espectro de fantasía que nos permita dejar por un momento este bajón
de fin de año. Pero la sorpresa fue mayúscula: la saga da un viraje que deja
descolocados no a pocos sino a miles de fans. Y ahí también empieza otra
controversia. Unos piden la cabeza de Rian Johnson (su director y escritor),
otros se superenganchan con esta propuesta. Debo decir que disfruté mucho del
film pero percibí muchas cosas que consideré ajenas al espíritu de la saga y
ello me impidió saborear esta película como un todo. Volví ayer a verla pues percibí
que el problema podría ser yo. Fue acertado hacerlo, esta primera llave era
correcta: el problema está más en uno que en la realidad adyacente.
Y es aquí, en mi segundo vistazo al film, en donde encuentro una segunda llave que creo clave para enfrentar, mas que la polémica sobre el mismo, esta compilacion de adversidades que nos ensombrecen la vida en este fin de año: “el cambio de paradigma es inminente y ello
implica más que el sólo decirlo con resignación; implica una reinvención que me
permita entrar en escena con otra óptica”. Metanoia le llaman algunos,
cambio de dirección. Porque lo que ayer funcionó ya se agotó y ello implica
apostar por generar nuevos formatos, nuevos espacios, nuevos caminos, nuevas formas
de hacer las cosas. Escena clave en el film: el maestro Jedi Yoda incendia el legendario
templo Jedi de la isla de Ahch-To ante la exasperación de Luke Skywalker, su
discípulo, quien vive tiempos de conflicto por no sentirse a la altura de su llamado
de Master Jedi . Y le da dos mensajes que le permiten comprender que el mismo
mundo se puede ver de otra manera si uno se abre con humildad a la verdad que
emana de la realidad: no somos perfectos, quienes aprenden de nosotros deben
ver también esta imperfección y nuestros errores, porque todo ello les sirve, el
fracaso también forma, no sólo lo virtuoso. “Porque finalmente un maestro es lo que llega
a ser su discípulo”. Enorme verdad, si, pero distante de las convicciones de la
orden Jedi que desde siempre se enfocó en la virtud como camino de vida y aun
de redención. Un camino que falló cuando no pudo percibir la presencia del lado
oscuro cuando estuvo el enemigo en medio de ellos (Palpaline en el Episodio III),
un camino que no pudo salvaguardar la paz ni mantener el equilibrio en su
momento mas crítico. Un camino demasiado perfecto para prevalecer en el tiempo,
un camino que pecó de Soberbia cuando quiso imponerse a la realidad, como
cuando Luke no supo cómo conducir a un aspirante con un perfil superior a él mismo.
Un
maestro no solo reflexiona, también actúa: el templo ese no va mas, por ello se quema pues es hora de
empezar una nueva historia. Es hora de entender palabras de sabiduría que capaz conocemos pero que no comprendimos antes: “solo si el grano de trigo cae en tierra y
muere, podrá dar fruto”. Hora de reinventarse. De dejar morir lo que ya fue.
De enfocarse en lo que se viene, de mirar los ojos del corazón de quienes
siguen buscando creer aún pese a todo lo sufrido. No hay recetas mágicas, ni las películas de ficción como esta lo plantean con facilidad porque es sabido que no sera fácil. Toca enfocarse en el
futuro, volviendo a echar un vistazo en nuestro contexto actual: las personas, las
situaciones, las holguras que puedo manejar, lo que no está a mi alcance y lo
que si, mis valores, lo necesario y no sólo lo conveniente, en fin, momentos para el replanteamiento. No mas parches, no mas concesiones lesivas, cambiemos el paradigma de una buena vez, no demos por perdida esta batalla.
Los tiempos de crisis son etapas de crecimiento, siempre es así. No olvidar que siempre que llovió, paró. Y en ese nuevo amanecer está anclada la fe de una nación que sabe que es más fuerte que todas sus crisis juntas. Ya antes la sabotearon y no lograron derrotarla. Toca hoy hacer fuerza común en torno a todo lo que nos une que es bastante. ¡Ánimo!, es tiempo de reinvención.
Los tiempos de crisis son etapas de crecimiento, siempre es así. No olvidar que siempre que llovió, paró. Y en ese nuevo amanecer está anclada la fe de una nación que sabe que es más fuerte que todas sus crisis juntas. Ya antes la sabotearon y no lograron derrotarla. Toca hoy hacer fuerza común en torno a todo lo que nos une que es bastante. ¡Ánimo!, es tiempo de reinvención.