domingo, 30 de diciembre de 2018

ESE SER ÚNICO QUE HAY DENTRO DE MÍ



Le costó mucho animarse a saltar a un escenario. Más porque cuando uno sabe que tiene algo, además de su talentosa voz, que lo hace demasiado diferente a los demás, es consciente de que probablemente llame mucho la atención y logre no sólo miradas de admiración sino otras de mofa o muecas desagradables de esas que nos hacen pasar bochornosos momentos. Sin embargo lo hizo, saltó al escenario y lució su extraordinaria voz a sabiendas de que su espesa barba llamaría la atención tanto o más que su talento vocal. Ella además tenía sobrepeso lo que incrementaba su sentimiento interno de indignidad dificultando que disfrutara plenamente de lo que hacía por mas que amaba cantar y lo hacía muy bien. Su temor la paralizaba y surgían esas voces interiores que le susurraban que no haga el ridículo, que su talento era poco valioso, que se diera cuenta que un escenario no era su lugar. Sin embargo cuando alguien le dijo clara y contundentemente lo fabulosa que era su voz y que el escenario era su lugar, algo en ella se movilizó y se dispuso a cantar a costa de lo que sea. Cuando lo hacía, impactaba por su potencia como por el sentimiento interpretativo que poseía, eso rebasaba toda parecer positivo o negativo.